En el pensamiento primordial de los griegos, Eros y Logos son inseparables. El pensamiento, el Logos, sería estéril sin Eros, y éste sin el Logos no tendría ni dirección, ni forma, sería la atracción sin sentido o la loca pasión sin misión. Sin la presencia de lo femenino, el principio masculino queda herido y la calidad de vida se deteriora. Cuando lo femenino no es reconocido, no tiene lugar la renovación de la vida.
En la Cosmogonía griega, tal como la presenta Hesíodo, encontramos que el Eros primordial jugará un papel muy importante, pues es el elemento que despierta la vida en medio del caos por medio de la atracción y la repulsión, y permite que el Logos cree y dé nacimiento a la Tierra y al cielo y a los otros planos.
La presencia de las diosas en el Olimpo y sus cualidades infundieron en el pensamiento antiguo una veneración y respeto por lo femenino en todos los campos: Gea, Rea, Hera, Atenea, Afrodita, Deméter, Perséfone, Artemisa, por no nombrar sino las más conocidas, llenan todos los aspectos de lo femenino del Cosmos a la Tierra.
En la Cosmogonía griega, tal como la presenta Hesíodo, encontramos que el Eros primordial jugará un papel muy importante, pues es el elemento que despierta la vida en medio del caos por medio de la atracción y la repulsión, y permite que el Logos cree y dé nacimiento a la Tierra y al cielo y a los otros planos.
La presencia de las diosas en el Olimpo y sus cualidades infundieron en el pensamiento antiguo una veneración y respeto por lo femenino en todos los campos: Gea, Rea, Hera, Atenea, Afrodita, Deméter, Perséfone, Artemisa, por no nombrar sino las más conocidas, llenan todos los aspectos de lo femenino del Cosmos a la Tierra.